MEMORIAS DEL MAIZ
Milenario testimonio de cómo
los antiguos le dieron el regalo
del maíz al mundo.
relatado por Xuan Quen Santos
De cómo se hallaron las siete cuevas
Kumatz no se dio por vencido. Así me lo contaron.
Alzó vuelo como quetzal que era y buscó consejo con el Corazón del Cielo, pero no lo encontró. Voló hasta las cuatro esquinas y desde lo alto de las montañas buscó al Corazón de la Tierra, pero tampoco lo encontró. Buscando estaba cuando divisó un hoyito en el centro de todo. Era el Sipapu, el ombligo de la tierra. Bajó al suelo, pero como no cabía en el hoyito como pájaro, regurgitó una serpiente que era él mismo y por allí se metió.
Kumatz serpiente se deslizó dentro de la tierra y encontró siete cuevas. Las primeras seis estaban llenas de diferentes semillas y en la última encontró al Corazón de la Tierra quien le preguntó: —¿Qué haces en Chicomóztoc? El Progenitor estaba moliendo grano en un metate y amasando la pasta. Estaba preparando el alimento sagrado del Creador. —Vengo por consejo—respondió el Formador.
Fue entonces cuando el Progenitor y el formador hablaron de hacer la nueva creatura con maíz, el alimento sagrado.
Corazón de la Tierra tenía a su cuidado las cuatro tinajas donde guardaba el grano. Una era para el maíz blanco del norte, otra para el maíz amarillo del sur, la tercera era para el maíz rojo del amanecer, y la última para el azul del crepúsculo. Cada color provenía de una de las cuatro esquinas de la tierra. Cada una tenía su propio río y su propio color.
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