Sunday, February 22, 2015

1 Hombres de Maíz. Leyendas del maíz: Mesoamericanas, Mayas, Quichés, Itzaas, Mixtecas, Toltecas, Aztecas, Chichimecas, Hohokam, Anasazi, Pueblo, Caddo, Cherokee, Sioux, Iroquois. Native American Legends about Maize, Corn. Tradiciones indias.


                  MEMORIAS DEL MAIZ
Milenario testimonio de cómo
los antiguos le dieron el regalo
del maíz al mundo.

relatado por Xuan Quen Santos


El aire fresco del altiplano llenaba mis pulmones. Después de muchos años de estar fuera y de una larga caminata por los viejos caminos descalzos de mis ancestros, al fin llegué. El regreso fue difícil, pero el olor de la tierra me llamó durante todos los años que estuve fuera. El olor de la tierra húmeda, de la broza de montaña, de las flores silvestres, del sudor de indio, de huesos blanqueados por el sol y molidos por el viento, todos ellos invadían mi mente y avivaban mi espíritu marchito.



Mi nana y mi apá habían desaparecido hacía años, como tragados por la tierra, como tantos otros. Sus otros hijos se regaron por el monte como semillas al viento. Yo me fui al norte. Aprendí otras lenguas; vestí otras ropas, pero el llamado de la tierra no me dejaba soñar aunque durmiera.



Cuando llegué a la tierra de mi sangre, desde lejos avisté la figura encorvada sobre la vara de siembra. El roto sombrero de paja ocultaba su rostro, pero yo sabía quién era. Con ritmo pausado por los años, la punta hería los surcos del suelo que más parecían reflejos de las arrugas de su cara tostada. El viejo metía una mano en su morral y la sacaba empuñando tres granos de maíz que dejaba caer en la herida fresca, apisonándolas con sus pies rajados por el trabajo de sol a sol. 




Mi abuelo seguía sembrando la milpa, rodeado ahora solamente de recuerdos de cantos y risas de niños perdidos, queriendo olvidar los gritos de angustia, terror y dolor que asolaron el monte.Me acerqué hasta que me vio. Sin decir palabra me extendió la vara con punta y yo comencé a caminar delante de él. Yo hería la tierra y él la sanaba apisonando la siembra de maíz.



Después de un largo tiempo, que me pareció el cuarto de siglo de mi ausencia, finalmente le pregunté: --Tata, ¿por qué siembras maíz?

Nos sentamos bajo un árbol de aguacate y me respondió.

Asi me lo contó.



¿Por qué cultivo maíz? Porque somos su fruto; porque es parte de nuestra carne.

Así me lo contaron los antiguos.

Así lo cuento yo antes que pierda la conciencia.

Hasta que comimos maíz no fuimos verdaderos hombres; no pensábamos ni teníamos un lugar.

Somos hombres de maíz.



(Primera entrega de veinte)

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